viernes, 25 de noviembre de 2011

Los artistas hambrientos


¿Cuál es la reacción general que muestra la gente ante la aparición de un extraño en la noche? ¿Qué sentimientos produce la visión de un mendigo, la de un borracho o la de un pobre tirado en medio de la calle pidiendo limosna?

Todas las ideas buenas y solidarias que hemos aprendido a recitar desde pequeños no sirven de nada a la hora de actuar. Y es que, la realidad se traduce en que la mayoría de nosotros respondemos ante estas situaciones con una indiferencia absoluta, o peor todavía, con rechazo y hostilidad.

Creo que la causa principal de esta conducta proviene de un pensamiento fugaz que cruza por nuestro cerebro durante unos segundos. Es un juicio rápido que realizamos con tan sólo mirar al individuo y en el cual terminamos llegando siempre a la misma conclusión: “Este sujeto no ha hecho nada para merecerse mi dinero, si se lo doy será un desperdicio y probablemente se lo gaste para sus asquerosos vicios”.

Lo pensado puede ser tanto cierto como falso, lo único seguro al cien por cien es que si decidimos de antemano la personalidad de quien tenemos delante, estamos cometiendo una injusticia.  No obstante, en este artículo quiero centrarme en aquellos necesitados que aportan una habilidad destinada al divertimento.

Músicos ambulantes, titiriteros, mimos, hombres estatua, recitadores, todos ellos son personas que intentan vivir mostrando el arte oculto que guardan sin provocar ningún tipo de molestia, y además ofreciendo algo al público. A este grupo no se le puede señalar tan fácilmente con el dedo ni hacerles reproches ¿Por qué?

Si se analiza detenidamente la diferencia entre un sin techo y un músico callejero bien puede ser sólo la guitarra, la del hombre estatua su disfraz y la del titiritero sus marionetas.  Esta pequeña línea separa completamente dos clases  diferenciadas como si de estamentos se tratara y causa una perspectiva mucho más pulcra y admisible ¿Por qué?

La respuesta más cruel y sensata que se me ha presentado ante estas reacciones se remonta a los albores de la Edad Media, cuando los reyes o nobles requerían una diversión que les evadiera y llamaban al lamentable bufón. La respuesta es simple, no es otra que el ocio, coloca a una persona horrible, violenta y detestable un disfraz de payaso que cause simpatía a la gente y no verán a la persona que hay detrás de ese maquillaje, de esa máscara.

Hay que “mirar” a las personas y dejar la superficialidad a un lado ya sean pobres, ricos, punkis, góticos o de cualquier grupo urbano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario