sábado, 5 de mayo de 2012

Parlamentarismo y nazismo



Lo visto en la película documental El triunfo de la voluntad de Leni Riefenstahl muestra un ejemplo claro de producción propagandística que intenta ensalzar los valores de la nación alemana. En la cinta se tiene como objetivo expresar el poder del Estado Alemán y el amor de su pueblo hacia él. Para ello se recurre a las movilizaciones masivas de ciudadanos y soldados además de incluir los mítines políticos, elaborados con una gran preparación y ceremonia.

Hay un claro concepto de orden y liderazgo que la película intenta transmitir, presentando el régimen nazi como la forma de gobierno perfecta, que nunca falla, como el engranaje de un reloj. Esto es posible cuando se tiene a una masa perfectamente dirigida y controlada, en este caso por un ideal fanático y un exaltamiento folclórico. Hay un absoluto control del partido, quien está al mando de todos los poderes, no hay ningún reparto porque a diferencia del Estado liberal, lo que esta forma de gobierno pretende no es limitar al Estado, sino todo lo contrario.

 Como muchos de nosotros hemos aprendido en clase, el Estado liberal surgió tras una época de despotismo que desgastó la política hasta límites insospechados, provocando descontentos sociales que acabaron en revoluciones violentas. El liberalismo ha luchado siempre por la igualdad, por una representación completa que defendía los derechos de todos los ciudadanos. Con Hitler podemos observar justamente un retroceso a ese tiempo despótico que gobernaba en el Antiguo Régimen, sólo que esta vez está amparado bajo la institución de un partido político (hay también cierto paralelismo con el imperialismo napoleónico).


El parlamentarismo promueve la democracia basándose en la discusión y en un carácter público y abierto. Estas bazas justifican un sistema justo capaz de conseguir una selección de políticos de éxito. Sin embargo, en el caso de la elección democrática de Hitler, puede comprobarse como este sistema no es perfecto en absoluto y no garantiza a unos líderes competentes.

Hoy en día, a pesar de haber transcurrido un tiempo, tampoco gozamos de un parlamentarismo perfecto. De hecho, el carácter público y abierto se ha convertido en un mero adorno artificial, carente de sentido, pues los diputados mantienen estrechos vínculos con sus partidos a la hora de manifestar su opinión. Volvemos de nuevo al control partidista, a la lealtad y al sectarismo autoritario del partido y de sus líderes, quienes también utilizan propaganda y campañas de difamación a través de los medios de comunicación. 

Teniendo en cuenta todos los factores que he analizado, no vendría mal mantener una actitud más abierta a otros tipos de sistemas políticos o formas de gobierno. Elegimos lo que creemos que es menos malo sin ni siquiera contemplar otras opciones, la estabilidad en la que vivimos no es tan firme como la gente cree y en nuestras vidas cada vez vamos cediendo más y más nuestra libertad a favor de unos simples políticos egoístas.

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