Lo visto en la película
documental El triunfo de la voluntad de
Leni Riefenstahl muestra un ejemplo claro de producción propagandística que
intenta ensalzar los valores de la nación alemana. En la cinta se tiene como
objetivo expresar el poder del Estado Alemán y el amor de su pueblo hacia él.
Para ello se recurre a las movilizaciones masivas de ciudadanos y soldados
además de incluir los mítines políticos, elaborados con una gran preparación y
ceremonia.
Hay un claro concepto
de orden y liderazgo que la película intenta transmitir, presentando el régimen
nazi como la forma de gobierno perfecta, que nunca falla, como el engranaje de
un reloj. Esto es posible cuando se tiene a una masa perfectamente dirigida y
controlada, en este caso por un ideal fanático y un exaltamiento folclórico.
Hay un absoluto control del partido, quien está al mando de todos los poderes,
no hay ningún reparto porque a diferencia del Estado liberal, lo que esta forma
de gobierno pretende no es limitar al Estado, sino todo lo contrario.
Como muchos de nosotros hemos aprendido en clase, el Estado liberal surgió tras una época de despotismo que desgastó la
política hasta límites insospechados, provocando descontentos sociales que
acabaron en revoluciones violentas. El liberalismo ha luchado siempre por la
igualdad, por una representación completa que defendía los derechos de todos
los ciudadanos. Con Hitler podemos observar justamente un retroceso a ese
tiempo despótico que gobernaba en el Antiguo Régimen, sólo que esta vez está
amparado bajo la institución de un partido político (hay también cierto
paralelismo con el imperialismo napoleónico).
El parlamentarismo
promueve la democracia basándose en la discusión y en un carácter público y
abierto. Estas bazas justifican un sistema justo capaz de conseguir una
selección de políticos de éxito. Sin embargo, en el caso de la elección democrática
de Hitler, puede comprobarse como este sistema no es perfecto en absoluto y no
garantiza a unos líderes competentes.
Hoy en día, a pesar de
haber transcurrido un tiempo, tampoco gozamos de un parlamentarismo perfecto. De
hecho, el carácter público y abierto se ha convertido en un mero adorno
artificial, carente de sentido, pues los diputados mantienen estrechos vínculos
con sus partidos a la hora de manifestar su opinión. Volvemos de nuevo al
control partidista, a la lealtad y al sectarismo autoritario del partido y de
sus líderes, quienes también utilizan propaganda y campañas de difamación a
través de los medios de comunicación.
Teniendo en cuenta
todos los factores que he analizado, no vendría mal mantener una actitud más
abierta a otros tipos de sistemas políticos o formas de gobierno. Elegimos lo
que creemos que es menos malo sin ni siquiera contemplar otras opciones, la
estabilidad en la que vivimos no es tan firme como la gente cree y en nuestras
vidas cada vez vamos cediendo más y más nuestra libertad a favor de unos
simples políticos egoístas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario